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Hace un año contratamos un crucero, cosas de nuestra querencia por las ofertas, con un itinerario que incluía Grecia, Egipto, Omán y Emiratos Árabes Unidos. Fuimos a recoger las tarjetas una semana antes de embarcar, cosas de nuestra natural procrastinación, y en la ruta no aparecía Egipto por ningún lado. Cosas de la seguridad del viajero. Como quiera que ya teníamos los bañadores encargados, en fin, aceptamos Creta, el destino sustituto, como la gran cosa y recorrimos algunos de los 17.000 metros cuadrados del Palacio de Cnosos, el más importante de los minoicos de la isla, a diez minutos (y 50 euros, ida, vuelta y espera) en taxi desde el puerto de Heraklion.

Me da apuro escribir sobre la historia de los sitios a los que vamos porque, en fin, no es información original nuestra, sino un resumen de lo que nos han contado o hemos leído. Ni siquiera nos dio tiempo, corriendo detrás de dos pequeños saltarines por el ala norte, el megaron o la cámara del tesoro, a fotografiar las cosas más importantes del lugar y llegamos al barco con la boca abierta preguntándonos dónde estaban esos símbolos grabados en las paredes o los frescos de delfines de los que están hablando los demás pasajeros en el comedor durante la cena.

Pero sí disfrutamos como lo que somos, niños, de unos señores que hacían acrobacias subidos a un murete y, sobre todo, de la dimensión mitológica de este lugar.En Cnosos uno se imagina al rey Minos por ahí vociferando y a su mosqueada y zoofílica esposa Pasífae, enamorada del bello toro blanco ¿quizás por ser cornudo como ella? (a 57 contadores de chistes malos les gusta esto). La versión, resumida y más conocida, es esta: Pasífae se tiró al toro, disfrazada de vaca (con un disfraz de madera), y parió al desdichado Minotauro. Entonces Minos, para esconder el escándalo lo encerró en el laberinto de Cnosos (según quien lo cuente, con o sin su madre).

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Hay muchas historias sobre esta disfuncional familia. Me encanta la de la maldición de Pafísae a Minos que se materializaba cada vez que este tenía relaciones con otra mujer. No eyaculaba semen, sino serpientes venenosas, escorpiones y ciempiés que se agarrapataban en los órganos vitales de la amante. Chúpate esa, Lorena Bobbitt.

       

Niñómetro

Los niños se pirran por las leyendas relacionadas con la Grecia Antigua, los frescos, las vasijas y los cuernos. Y el minotauro de una tienda de souvenirs que hay cruzando la calle.

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