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En nuestro camino de Delhi a Bikaner, el guía fue nuestra perdición. Conoce las carreteras menos que nosotros y, si no fuera porque no habla ni inglés ni español ni el lenguaje de signos (ni ningún otro, porque no lo hemos escuchado todavía decir una palabra) y no tenemos forma de comunicarnos con él, ya le habríamos dicho que adiós muy buenas. En resumen, podría ser buen alcalde en cualquier ciudad de España porque sólo le harían falta 200 asesores para hacer su trabajo.
En fin, nos condujo ocho horas por el desierto totalmente desorientado, sin un alma por el camino, sin cambiar el gesto ante nuestras preguntas, sin agua, sin comida, sin baño. Pero, por los clavos de Krishna, cuando creíamos que todo estaba perdido, que nunca llegaríamos a nuestro destino, que una bomba de diarrea explotaría dentro del coche matándonos a todos en el acto…. llegamos, por casualidad, a Mandawa, un pueblecito lleno de havelis (mansiones antiguas de ricos comerciantes) en ruinas. Allí nos esperaba un hotelito con pinta de palacio de cuento oriental y precio de bazar.
Tuvimos que regatear lo nuestro, pero mereció la pena.

Namastepensamiento (profundo) de Guille:
En la India somos dueños de nuestro tiempo.

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