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Sobre nuestra llegada a Delhi, después de 30 horas de viaje, mejor no hablamos hasta que se nos pase el trauma. Sólo decir que casi nos secuestran.

Por lo demás, éste es un sitio increíble, marciano… hay que asimilarlo antes de poder contarlo.

Hoy por la mañana un tuc-tuc nos llevó a Connaught Place, una zona de mucho movimiento donde nos entró aprensión y hambre al mismo tiempo (quizás porque una rata nos cayó encima después de un triple salto mortal desde una ventana), por lo que decidimos comer en un restaurante que resultó ser superlujoso. Como no entendíamos la carta, elegimos a voleo, y por 1000 rupias (7 euros cada uno) rebañamos los platos hasta dejarlos más limpios que antes de que nos los sirvieran.

Nos atendieron a todo trapo, el sitio era precioso y la comida rica hasta decir om, pero lo más curioso es que tenían una raqueta que hacía descargas eléctricas en las moscas y las dejaba fritas en el acto. Después ver cómo se cargaban unas cuantas supimos que queríamos volver. Ya tenemos mesa y dos raquetas reservadas para septiembre.

Killer Raqueta en acción (y camarero con cara de póker)
Namastepensamiento de Guillermo:
Consejo para liloncillos: en la India no te fíes ni de tu padre. Si preguntas por un hotel, te dicen que el tuyo se ha quemado, pero conocen ocho donde llevarte en menos que canta un gallo. Si quieres ir a un restaurante, te comunican que está de obras, y te meten en el de su primo o te la meten doblada, lo mismo les da a los muy cucos.

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