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Para el segundo día en Bombay teníamos dos planes: A y B.
Plan B: (insistir en) trabajar en Bollywood.
Plan A: ir al origen del mundo.
Intentamos primero el plan B, B de Bollywood. Cruzamos la Puerta de la India (otra vez) para ojear a posibles ojeadores. Nos adentramos al tanteo en el mar de callejuelas de Colaba (otra vez), el barrio de aire bohemio y mochileril que tiene toda ciudad. Y otra vez merodeamos por el hotel Taj Mahal, sin saber muy bien por qué. Nada.
Luego fuimos al albergue del Ejército de Salvación y pedimos habitación, aunque ya teníamos hotel, porque de allí nos dijeron que sacan a algún que otro extra rubiales. Estaba lleno. No se nos ocurría qué más podíamos hacer.

 

Posponiendo, que no olvidando, el plan B, optamos por el plan A: ir hasta el lugar donde empezó el mundo. Fue fácil. Se lo pedimos a un taxista que nos dejó al borde de una escalinata que se perdía entre unas casitas, por no decir chabolitas, por donde teníamos que bajar hasta que se terminaran los escalones. Aquello parece el extrarradio de Bombay pero, en realidad, es el centro de la ciudad.
Jolgoriosos, zigzagueamos al ritmo de las escalinatas, esquivamos cabras y nos abrimos paso entre sudor del flequillo para llegar hasta el final, al principio de todo, a Banganga Tank.
Este lugar es sagrado y muy agradable, pero es más que eso. Es auténtico, por poco auténtica que suene su historia: Rama, el héroe de la épica Ramayana, y su hermano Lakshman se pararon a descansar en ese sitio, mientras buscaban a la esposa secuestrada del primero, Sita. Entonces a Rama le entró sed y su hermano disparó una flecha (baan) al suelo desde donde manó un chorro de agua dulce procedente del Ganges (Ganga), que estaba, entonces como ahora, a más de mil kilómetros de distancia. Y de ese manantial surgió, de paso, el mundo. La estaca en el centro del estanque marca el punto donde se clavó la flecha de Lakshman.
El estanque, epítome de las contradicciones de la India, es paz, frescor y silencio en medio del caos, calor y ruido. A su alrededor, templos centenarios y modernos rascacielos. 

Y es también donde se incineran y sumergen los muertos según la tradición hindú. Además, la población local utiliza estas aguas turbias y sagradas para sus tareas diarias, como bañarse y lavar la ropa.

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Comments:

  • abril 13, 2014

    Americana! Que estabas deseando de meterte en la piscina, pero claro que de ver de nadar podrás caminar, pues no se sabe lo que hay dentro.

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